Éste que ves aquí, de rostro sonriente,
salpicado de lunares, de cabello negro y corto, de frente amplia y plana en donde el paso del
tiempo comienza a dejar la huella de su paso. Tiene memorias inolvidables de su
infancia, tanto que aún tiene impregnado el olor de cempasúchil, de cuando cortaba
y vendía flores, bajo la sombra de los tamarindos con olor a flores de rosa de
muerto, copal y pan durante los días de muertos, juntando tal cantidad de esta
que formaba murallas aterciopeladas mágicas, que aunque él se esforzara, estas
permanecían igual. La desesperación le hacían querer regalarla toda tan solo
para ir a su casa a descansar.
Este
que veis aquí de ojos grandes achocolatados, con parpados caídos, de nariz
carnosa y abundante se inscribió en una
escuela pública que tenía el programa de enseñanza del idioma Inglés como
segunda lengua, sabía que no debía estar allí, no era correcto. Tenía
veinticinco años y la edad máxima en la que legalmente se podía estar inscrito
era hasta los veintiuno. Al mismo
tiempo, vivía una vida de desfachatez en situaciones fuera de la ley.
Este
que veis aquí, con gran ausencia de
barba y bigote, con boca de labios
suaves y delgados, con una sonrisa a
punto de brotar siempre, escribió una carta a un amigo en donde después de la
visita en la que juntos comparten algunos tragos, al irse a dormir él se siente amenazado, mezcla fantasía y
realidad, escucha voces que confabulaban en su contra. Sale corriendo, piensa que
lo persiguen, supone, que su amigo lo siguió y cuido desde lejos. Le pide
perdón por las inconveniencias causadas.
Este
que veis aquí, con unos dientes superiores grandes, mientras que los inferiores
delgados y empujándose unos a otros para ganar espacio, confiesa que esconde
a un ogro malhumorado y perverso que vive dentro de él.
Este
que veis aquí, escaso de cuerpo, de tronco predominante; de piel morena clara, algunas
ocasiones escribe en su diario, que se despierta sin querer sin querer a las
cinco de la mañana, intenta seguir durmiendo, como siempre acostumbra hacerlo,
sin lograrlo. Decide levantarse e ir a
caminar. Llega a una cancha donde empieza a observar que el sol comienza a
asomarse, irradiando gran alegría. Observa como su sombra poco a poco va apareciendo,
primero la cabeza muy alargada, la cual se diluye hasta terminar en sombra
total que se confunde con parte de la naturaleza. Unas vueltas más y su sombra
crece, hasta convertirse en la sombra del hombre más alto del mundo.
Este que veis aquí, de espalda caída, con piernas que
delatan que nunca ha sido practicante de ningún deporte, vivió engañado por una voz interna que creía
que le decía que no sabía escribir, tal vez
era la voz de su musa que le
hablaba pero él no entendía su lenguaje.
Este
que veis aquí, es el rostro de la perseverancia, fue campesino durante su
infancia y adolescencia, donde aprendió el valor del trabajo de aquellos que
labran la tierra de sol a sol, vivió y trabajó en el vecino país del norte,
donde aprendió que sus sueños están junto a los seres que ama, regresó e inició su formación profesional como
profesor de educación primaria, trabajó en la sierra de Guerrero, le han dicho
varias veces que no a sus sueños, y siempre regresa, hasta lograr abrir las
puertas para demostrar lo contrario,
Este
que veis aquí, conoce que la escritura
de textos biográficos, son el tipo de texto ideal para los noveles escritores
por que facilitan el violar a la temible hoja blanca.
Este
que veis aquí, se llama Joaquín Martínez y aún va por ahí, en conquista de sus
sueños.
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